La floración es la etapa fenológica en la que la planta, pasa de una fase vegetativa a su fase de reproducción y comprende una serie de procesos metabólicos específicos para llevar a cabo la perpetuación de la especie.

Como vimos en el capítulo de “Desarrollo Vegetativo”, los fitómeros son la base para el desarrollo de la planta; está constituido por un entrenuto, un nudo con una hoja insertada y un meristemo axilas, que bien puede dar origen a un fitómero nuevo, que en ese caso sería una rama lateral. Pues bien, puede considerarse como el inicio de la floración el momento en el que la planta, que ya cuenta con altura, desarrollo, clima, etc., específicas para su especie, realiza la modificación de ese meristemo axilar a un meristemo floral.

En este punto, la estructura del fitómero se altera. El desarrollo de la hoja se inhibe para dar lugar a una bráctea o desaparecer totalmente, y el meristemo axilar se transforma en un meristemo floral que se diferencia en una flor en lugar de en una rama lateral. Mientras que el meristemo apical y los meristemos axilares suelen presentar un patrón de crecimiento indeterminado, produciendo indefinidamente estructuras fitoméricas, el meristemo floral es de crecimiento determinado y se agota en el desarrollo de la flor (Azcón-Bieto y Talón, 2008).

Respecto a lo que sucede después de la floración con los fitómeros, en este punto, es importante diferenciar dos grupos de angiospermas, las monocárpicas y las policárpicas; las monocárpicas, son las plantas herbáceas anuales, que una vez que florecen (solo una vez) mueren. Las policárpicas (tanto herbáceas como leñosas) en cambio, no todos los fitómeros (meristemos) desarrollan flor, algunos se encuentran quiescentes para continuar con el desarrollo de hojas y ramas laterales o propiamente flores.

Como también podemos ver en el capítulo de “Desarrollo Vegetativo”, la planta pasa por una etapa juvenil, en la que los nudos, ramas y hojas tienen una forma y disposición particular de esa fase fenológica.

La incapacidad para florecer durante la fase juvenil es consecuencia de la incompetencia o falta de capacidad de respuesta de los órganos que participan en la inducción de la floración (véase más adelante). Concretamente, las hojas juveniles suelen ser incapaces de responder al fotoperíodo o a otras condiciones ambientales inductivas. Además, el meristemo apical de la planta juvenil no es competente para responder al estímulo floral procedente de las hojas e iniciar el desarrollo reproductivo. Se desconoce cuáles son los mecanismos moleculares responsables de la transición de la fase juvenil a la fase adulta que conllevan la adquisición de la madurez para florecer. Los tratamientos que aceleran el tiempo de floración, como determinados fotoperíodos o tratamientos con giberelinas activas, suelen acelerar el cambio de fase y la adquisición de la competencia para florecer, lo que indica que existen elementos comunes en ambas respuestas. De hecho, en las especies herbáceas la duración de la fase juvenil y el tiempo de floración de la planta suelen estar relacionados. Así, variedades o genotipos de floración tardía tienen fases juveniles más largas, mientras que genotipos de floración temprana pierden antes los caracteres juveniles (Azcón-Bieto y Talón, 2008).

Inflorescencia de tomate (Solanum lycopersicum L.).

La programación genética para la floración está presente en las células del ápice (y de toda la planta) pero no se expresa sino hasta el tiempo conveniente. Esto se determina de dos maneras principales. Algunas plantas empiezan su floración cuando están “maduras para florecer”, como ya lo mencionamos, cuando la planta pasa del estado juvenil a la madurez, en tanto que otras tienen mecanismos que determinan cuándo llega la estación de floración que corresponde. La estación se determina por dos requerimientos importantes: la longitud del día apropiada (fotoperiodo) y el requerimiento de frío (termoperiodo) (Bidwell, 1979).

Las plantas fotoperiódicas son de días largos o de días cortos (ocurren otras reacciones más complejas); es decir, florecen cuando la noche es más corta (día largo) o más larga (día corto) que una cierta longitud crítica. El termoperiodo es, esencialmente, un requerimiento de frío que induce a las células, tanto a las del apéndice floral como a lais que de ellas se desarrollan, de modo que pueden florecer cuando son apropiadas otras condiciones (longitud del día, temperatura, madurez para floración, etc.). Muchas plantas perennes y la mayoría de las bianuales poseen este requerimiento (Bidwell, 1979).

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AZÓN-BIETO, J., TALÓN M. 2008. Fundamentos de fisiología Vegetal. 1ª ed. En español. PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA. Barcelona, España. 651 pp.

BIDWELL, R. G. S. 1979. Fisiología Vegetal. 1a. Ed. AGT Editor. México 784 pp.

GIL, FERNANDO y VELARDE, ALBERT. 1995. Morfología y fisiología del árbol frutal. Edición 4. Mundi-Prensa.

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