Dentro del inmenso mundo que nos podemos encontrar habitando en el suelo, van a estar presentantes patógenos que afectan severamente nuestros cultivos, los cual si van a situar en la rizosfera. Dentro de este microbiota podemos encontrar también hongos que resultan ser amigables y benéficos con nuestro cultivo, los cuales brindan protección ante los patógenos. Uno de los géneros más destacados es el género Trichoderma.

Trichoderma: un aliado invisible en la rizosfera

Son hongos microscópicos ampliamente reconocidos por su papel en la agricultura sostenible. Estos organismos benefician a las plantas al protegerlas contra patógenos, mejorar la absorción de nutrientes y estimular su crecimiento. Están presentes en suelos de todo el mundo. Son conocidos por su capacidad para colonizar rápidamente la rizosfera, la zona que rodea las raíces de las plantas, estableciendo relaciones simbióticas que favorecen el desarrollo vegetal. Además, producen una variedad de metabolitos secundarios, como enzimas y compuestos volátiles, que tienen aplicaciones biotecnológicas y ambientales.

Las Trichodermas despliegan varios mecanismos de acción al interactuar con las plantas. Uno de los principales es la competencia por espacio y nutrientes: colonizan rápidamente la rizosfera, evitando que patógenos como Fusarium o Rhizoctonia se establezcan. Esto se debe a su rápido crecimiento y adaptabilidad al entorno, lo cual les permite ocupar los nichos ecológicos disponibles.

Mecanismos de defensa naturales contra patógenos

Otro mecanismo fundamental es la producción de metabolitos antifúngicos, como peptaiboles, gliotoxinas o viridinas. Estos compuestos actúan como sustancias bioactivas que inhiben el crecimiento de hongos fitopatógenos y bacterias nocivas. Además, las Trichodermas son capaces de ejercer micoparasitismo, es decir, atacan directamente a otros hongos mediante la producción de enzimas como quitinasas, glucanasas y proteasas que degradan sus paredes celulares, debilitándolos hasta eliminarlos.

También inducen resistencia sistémica en las plantas, un fenómeno mediante el cual estimulan el sistema de defensa interno del vegetal. Lo hacen activando rutas hormonales como las del ácido jasmónico, el ácido salicílico o el etileno. Este proceso no solo mejora la resistencia frente a enfermedades, sino que también prepara a la planta para soportar futuros ataques con mayor eficiencia.

El uso de Trichodermas en la agricultura ofrece una amplia gama de beneficios. Uno de los más importantes es el control biológico de enfermedades. Son especialmente efectivas contra hongos patógenos que causan pudriciones radiculares o marchitamientos vasculares, como Fusarium spp., Pythium spp., Rhizoctonia solani y Phytophthora spp., reduciendo notablemente la incidencia de estas afecciones sin necesidad de productos químicos agresivos.

Impulso al crecimiento y nutrición vegetal

Además, las Trichodermas estimulan el crecimiento vegetal, promoviendo un sistema radicular más robusto, una mayor absorción de agua y nutrientes, y un aumento en la producción de biomasa. Al liberar hormonas de crecimiento como auxinas, giberelinas y citoquininas, favorecen el desarrollo de raíces secundarias y pelos absorbentes, lo que se traduce en cultivos más vigorosos.

También mejoran la nutrición del suelo y de la planta, ya que son capaces de solubilizar elementos esenciales como fósforo y zinc, y de mineralizar la materia orgánica. Esto permite una mayor biodisponibilidad de nutrientes en el suelo y una absorción más eficiente por parte de las raíces. Otro beneficio notable es que aumentan la tolerancia de las plantas al estrés abiótico, ayudándolas a resistir condiciones adversas como sequía, salinidad o temperaturas extremas.

Agricultura sostenible con hongos benéficos

Las Trichodermas son aliados fundamentales para una agricultura moderna, resiliente y ecológica. Su capacidad para controlar enfermedades, mejorar la nutrición vegetal, estimular el crecimiento y proteger contra condiciones adversas las convierte en una opción biológica altamente eficaz. La incorporación de estos hongos benéficos en los programas de cultivo no solo favorece una mayor productividad, sino que también contribuye al equilibrio y conservación del ecosistema agrícola.

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