Los organismos microscópicos siempre se encuentran presentes en nuestro entorno, juegan roles tanto beneficiosos como perjudiciales en diversos ecosistemas. Sin embargo, cuando hablamos de la proliferación de estos en entornos no deseados, como en interiores o en cultivos agrícolas, es crucial entender los factores ambientales que contribuyen a su crecimiento descontrolado.

Humedad Elevada: La humedad es uno de los factores más críticos que favorece la proliferación de hongos. Los hongos requieren agua para crecer y reproducirse, y niveles de humedad superiores al 60-70% son especialmente propicios para su desarrollo. En entornos interiores, esto puede manifestarse en áreas con fugas de agua, mal ventiladas o con alta condensación. En exteriores, condiciones climáticas persistentemente húmedas pueden ser un caldo de cultivo para hongos en suelos y plantas.

El agua es esencial para el crecimiento bacteriano. Las bacterias necesitan un entorno húmedo para proliferar, ya que el agua es necesaria para sus procesos metabólicos y para la disolución de nutrientes.

Temperatura Adecuada: La temperatura también desempeña un papel crucial en la proliferación de hongos. La mayoría de los hongos prosperan en un rango de temperatura moderado, generalmente entre 15°C y 30°C. Estas condiciones son comunes en muchos entornos humanos, tanto en climas templados como en interiores controlados.

Cada especie bacteriana tiene un rango óptimo de temperatura para su crecimiento. La mayoría de las bacterias patógenas para los humanos crecen bien a temperaturas cercanas a la del cuerpo humano, es decir, alrededor de 37°C. Sin embargo, hay bacterias que pueden crecer en temperaturas extremas, como en ambientes muy fríos o muy cálidos.

Nutrientes Disponibles: Los hongos son organismos heterótrofos que obtienen nutrientes de fuentes orgánicas en descomposición. En entornos interiores, esto puede incluir materiales de construcción como madera y papel, así como alimentos no consumidos. En exteriores, los hongos pueden proliferar en materia orgánica en descomposición, como hojas caídas o residuos vegetales.

Las bacterias requieren una fuente de carbono, nitrógeno, sales minerales y otros elementos esenciales para su crecimiento. Los nutrientes proporcionan los materiales necesarios para la biosíntesis de sus componentes celulares y para la obtención de energía.

pH y Composición Química del Suelo: En el caso de hongos que afectan a cultivos agrícolas, el pH del suelo y la composición química juegan un papel crucial en su proliferación. Algunos hongos pueden prosperar en suelos ácidos, mientras que otros prefieren suelos alcalinos. Además, la presencia de ciertos compuestos químicos en el suelo puede favorecer el crecimiento de hongos patógenos para las plantas.

Las bacterias también tienen un rango óptimo de pH. La mayoría de las bacterias patógenas prefieren ambientes ligeramente ácidos a neutros (pH 6.5 a 7.5), aunque algunas bacterias pueden adaptarse a ambientes más ácidos o básicos.

Luz y Sombra: Aunque muchos hongos prefieren ambientes oscuros y húmedos, algunos hongos patógenos pueden ser sensibles a la luz ultravioleta. La exposición a la luz solar directa puede inhibir su crecimiento y propagación, especialmente en superficies como muros exteriores o techos.

Estas condiciones pueden variar según el tipo de bacteria, y algunas bacterias tienen adaptaciones especiales que les permiten sobrevivir en condiciones extremas.

Por otro lado, también encontramos bacterias que afectan nuestro cultivo, tal como;

  • Xanthomonas spp.
  • Pseudomonas spp.
  • Erwinia spp.

Mientras tanto, los hongos mas destacados:

  • Fusarium spp.:
  • Botrytis cinerea.
  • Alternaria solani:
  • Rhizoctonia solani:

¿Cómo es el crecimiento del hongo y la bacteria?

Hongo:

 La infección de una planta por hongos comienza con la esporulación, cuando los hongos liberan esporas, pequeñas estructuras reproductivas que pueden ser transportadas por el aire, el agua o el contacto físico. Al llegar a una planta y encontrar un ambiente adecuado, las esporas germinan en su superficie, desarrollando hifas, que son filamentos microscópicos que crecen en busca de nutrientes.

Las hifas pueden penetrar las células de la planta a través de heridas, estomas (pequeños poros en las hojas) o la epidermis (la capa externa de la planta), y algunos hongos tienen estructuras especializadas para atravesar las paredes celulares. Una vez dentro, las hifas se extienden por los tejidos de la planta, buscando nutrientes y causando daño a las células, ya sea descomponiendo los tejidos o interfiriendo con sus funciones normales.

 Dependiendo del tipo de hongo, se desarrollan estructuras reproductivas dentro o fuera de la planta, como esporas nuevas, cuerpos fructíferos (como setas en los hongos basidiomycetes) o estructuras como esclerocios o conidios en hongos ascomicetos y otras especies. Finalmente, el hongo produce nuevas esporas que se liberan para infectar otras plantas, repitiendo el ciclo. La diseminación puede ocurrir a través del aire, el agua, o por contacto directo con otras plantas.

Bacteria:

El crecimiento de bacterias en una planta comienza cuando estas llegan a través de heridas, estomas, vectores como insectos, o mediante agua o viento. Al ingresar, deben superar las barreras físicas y químicas de la planta. Una vez dentro, las bacterias se establecen en los tejidos, pudiendo formar biofilms en superficies externas o colonizar tejidos internos. En el ambiente favorable, las bacterias se multiplican rápidamente, liberando toxinas y enzimas que dañan las células de la planta.

La interacción con la planta puede inducir respuestas de defensa o ser beneficiosa en el caso de bacterias simbióticas. Las bacterias se diseminan a otras partes de la planta y a plantas cercanas mediante esporas, agua, o insectos. Los síntomas visibles de la infección incluyen manchas, marchitez, y pudrición, con el daño variando desde menor hasta la muerte de la planta, dependiendo de la virulencia bacteriana y la capacidad defensiva de la planta.

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